La semana pasada tuvo lugar el periodo de promoción gratuita
de Horizonte Humano, la primera parte de la serie La Música de las Esferas. Durante
ese periodo hubo veintinueve descargas. Puede no parecer mucho, pero es
bastante más de lo que esperaba. Sólo puedo agradecer a todos aquellos que la
bajaron y esperar sus comentarios.
Esa misma semana recibí un ejemplar de la novela impreso por
Createspace —quería tener la mía— y no podría estar más contento con el
acabado. En serio, la impresión es perfecta y tanto la portada como la
contraportada cumplen con lo esperado y sorprenden porque en ningún momento se
nota que se trata de una autoproducción y no del trabajo de una serie de
profesionales del diseño gráfico y editorial. Me gustó tenerlo en papel, ver el
trabajo de tanto tiempo por fin convertido en un libro —aunque al leerlo me
topé con un par de erratas que tendré que corregir y subir como cambios de
edición— y llevarlo al trabajo para leerlo en el bus y el metro en busca de
todas las posibles erratas que se me hayan colado. Ésta forma de publicación es
un trabajo solitario, así que me toca realizar todas las labores del proceso,
incluso la corrección y revisión.
La semana coincidió también con una noticia a la que llegué
a través de Meneame. No tengo el enlace, pero no creo que sea importante, sólo quería
dejar constancia de algunas cosas. En la noticia, un asesor editorial que
dedica su vida a guiar a escritores hasta el éxito criticaba el ranking de Best
Sellers de Amazon, explicando cómo llegó a ser número uno de ventas con una
publicación que no contenía otra cosa que una fotografía de su pie. Nada más.
Para conseguirlo le hicieron falta tres ventas, una de un amigo y dos suyas. Y listo,
número uno del ranking de Amazon en la sección de Terapéuticos o algo así.
Me guardo mi opinión acerca del valor que tiene alcanzar el
número uno en semejante sección y que se consiga con sólo tres ventas, una
prueba de que nadie lee los libros de la sección, pero no era eso lo que se
criticaba o reflejaba en el artículo. El problema, según el asesor, era que
esos rankings de Best Sellers no tenían un valor real y eran efímeros y servían
para que ciertos autores se pasaran la vida recordando que estuvieron en el
número uno de tal sección durante X tiempo, como si hubieran logrado un
imposible. Se trataba de criticar el modo que tiene Amazon de promocionar sus
libros, una gestión que se hace por medio de unos algoritmos desconocidos para
el asesor y para casi todo el mundo. Por último señalaba que esto provocaba que
el éxito de aquellos autores que llegaban a Best Sellers por el medio de acudir
a asesores como él y editoriales perdiera valor, lo que no era justo para autores
que se lo han currado para llegar donde están.
Tengo la sensación de que lo que pretendía decir era que
esos autores tenían más méritos por ir a conferencias y aguantar charlas y el
trabajo de sus asesores.
Midiendo sólo la parte económica, no hay diferencia entre
vender en Amazon o por otros medios más allá del porcentaje. Así que, ¿cuál es
el problema?
Amazon tiene una forma, un algoritmo, que promociona las
ventas en su página web llevando ciertos libros hasta el número uno durante una
semana, un mes o tan sólo un día. Considerar que esto menosprecia a aquellos
que después de años de escribir alcanzan el número uno de las listas de Best
Sellers me parece ridículo. Más aún teniendo en cuenta que muchas editoriales y
asesores como el del artículo, venden libros como Best Sellers antes de
haberlos publicado, realizando campañas brutales de publicidad mediática y a
golpe de talonario consiguen ascender esos libros a las posiciones que les
interesan. No es cosa del autor. Tampoco es que el libro sea magnífico.
Pongo unos ejemplos. Me gustaría preguntarle a este asesor
por los libros de Cincuenta sombras de
Grey. Una campaña publicitaria engañosa, logró aupar este libro al número
uno de ventas en todos lados, pero no era: ni un buen libro, ni estaba bien
escrito, ni tan siquiera destacaba entre muchos otros libros de la misma
temática bastante mejor escritos. O, se me ocurre otro, uno español. ¿Quién no
ha leído La sombra del viento? La
publicidad la llevó a donde estuvo y donde está. No fue su calidad. No fue su
prosa. No fue su autor. No fue otra cosa más que el interés de una editorial en
llevarla hasta ese punto y, la prueba de ello, es la barbaridad de sacar una
tirada de un millón de libros para la segunda parte o ver como la tercera, una
edición con un tamaño de letra bochornoso sólo para que el volumen no tuviera
menos de cien páginas, tenía un coste superior a veinte euros que desde luego
no podían justificarse en el precio del papel. O cualquier cosa escrita por Stephen
King —cuidado, me encanta King y soy ávido lector de sus libros, pero hay cosas
que son indefendibles—, cuyo nombre convierte cualquier cosa que escriba en
Best Seller sin atender a su calidad, como Buick 8 o el absurdo Cell.
En definitiva. Podemos considerar que los rankings de
Amazon, dada su opacidad, son poco fiables, pero ¿es que acaso cualquier otro
ranking no lo es? Las editoriales, asesores, agentes y demás, venden como Best
Sellers los libros que les interesa vender. No es mérito del autor o un fruto
de su duro trabajo.
Es más bien cosa de euros.
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